domingo, 22 de abril de 2012

Inquisición y Medicina. Dr. Enrique Esteban Morel

En la entrada de esta ocasión hablaremos brevemente sobre la Inquisición en la Nueva España y su relación con la Medicina, principalmente el caso del Dr. Enrique Esteban Morel, precursor de la Salud Pública y a quién nuestras instituciones le deben un lugar en la historia. El país se convulsiona entre crisis económica, campañas electorales e inseguridad y muy pocos tienen tiempo para recordar aún dentro del mismo gremio médico a nuestros antecesores, a los hombres que permitieron el paso del razonamiento y las bases científicas a la rama de la Medicina. Sea pues este un recordatorio de la vida y obra del Dr. Enrique Esteban Morel y una entrada dedicada a mi amigo el Dr. Francisco Doña, principal impulsor de este blog.


La Inquisición como método para combatir la heregía fue establecida en 1184 mediante la Bula del papa Lucio III “Ad abolendam”, como un instrumento para acabar con la herejía cátara. Fue el embrión del cual nacería el Tribunal de la Santa Inquisición y del Santo Oficio. En 1252 el papa Inocencio IV autorizó en la Bula “Ad extirpanda” el uso de la tortura para obtener la confesión de los reos. La Inquisición pontificia funcionó sobre todo en el sur de Francia y el norte de Italia. En España existió en la Corona de Aragón desde 1249, pero no en la de Castilla.
La Inquisición española fue creada en 1478 por la Bula del papa Sixto IV “Exigit sincerae devotionis” con la finalidad de combatir las prácticas judaizantes de los judeoconversos españoles. A diferencia de la Inquisición medieval, dependía directamente de la Corona Española.


                               Santo Domingo presidiendo un auto de fe de la Inquisición en Avila.
                                Pedro Berruguete. 1495. Oleo sobre tela. Museo del Prado. Madrid.

Posterior en lo que hoy denominamos América, 47 años despúes del arribo del almirante Cristobal Colón, don Alfonso Manríque, arzobispo de Toledo e inquisidor general español expidió título de Inquisidor apostólico al primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga O.M.O., Fray Juan de Zumárraga estaba autorizado a ejercer el tribunal de la fe nombrando oficiales, señalando salarios y designando la manera de cubrir todos los gastos. Aunque el obispo formó proceso a un indio señor principal de Texcoco, probablemente nieto del rey poeta Netzahualcóyolt, no creyó prudente instalar la Inquisión en la Nueva España.

                           Fray Juan de Zumárraga. Primer Obispo e Inquisidor de la Nueva España.

Fue hasta el 4 de noviembre de 1571 que se estableció el Tribunal de la Fe en la Ciudad de México por Don Pedro Moya de Contreras. La jurisdicción del tribunal se extendía también a las Islas Filipinas. Al edificio de la Inquisición se le llegó a conocer como la “Bastilla Mexicana”; era un sólido edificio de tezontle que se erigía entre las calles de Sepulcros de Santo Domingo y la Perpetua, cuya entrada principal había ganado la denominación de “casa chata”. En ese lugar frente a la Plaza de Santo Domingo, los dominicos se habían establecido al llegar a México y posteriormente cedieron el terreno y la vieja construcción para que en ellos tuviera su sede el Santo Tribunal de la Inquisición.
A partir de entonces y hasta su disolución en 1820, como bien lo escribe el Dr. Alfredo de Micheli-Serra en su estupendo artículo “Cirujanos y médicos frente a la Inquisición Novohispana” los médicos juzgados por el Tribunal del Santo Oficio novo-hispano, en los dos y medio siglos de su existencia, fueron pocos, y ninguno de ellos bajo cargos de carácter científico o profesional.


                      Palacio del Tribunal de la Santa Inquisición.
                                     Plaza de Santo Domingo. Ciudad de México.

En 1779 se presentó en la Nueva España una epidemia de viruela, el gobierno virreinal ordenó la realización de un documento cuyo objetivo era convencer a las autoridades en general de la junta de sanidad y a las clases acomodadas de las cualidades de la “inoculación”, el encargado para realizar dicho trabajo fue el Dr. Enrique Esteban Morel, originario de Aubagne (Marsella), la Dra. Ana Cecilia Rodriguez de Romo en el articulo “Inoculación en la epidemia de viruela de 1797 en México: ¿ Mito o solución real?”, nos dice que el citado médico era judío y llego a estas tierras huyendo de la Inquisición, de ser cierta esta afirmación el resultado sería catastrófico como veremos más adelante. Lo cierto es que el Dr. Morel se dió a la tarea de realizar dicho trabajo, convirtiendose en Benemérito de la Salud Pública por haber introducido en la capital virreinal el procedimiento de la inoculación antivariolosa.
Esencialmente la inoculación consiste en introducir la secreción de las pústulas virulentas de una persona enferma en otra aparentemente sana. La idea era producir “viruelas benignas” aunque a veces se causaban infecciones serias. La inoculación ya se usaba en Europa en el siglo XVIII, los maravillosos relatos de Lady Mary Montagu y sus referencias orientales a la variolización son muy atractivas, sin embargo el procedimiento no estaba ampliamente difundido en América. En la epidemia de 1779 el Dr. Enrique Esteban Morel informó al Ayuntamiento que la inoculación era útil para combatir la viruela y éste le pidió escribir sobre el asunto, ofreciendole una paga y la publicación del escrito. El Dr. Morel redactó el texto y también inoculó a algunas personas con su propio dinero, el gobierno virreinal nunca publicó su trabajo y le pagó hasta 1782 después de una larga disputa.
El documento del Dr. Enrique Esteban Morel consta de 60 hojas, en el desarrolló una larga disertación política y un profundo estudio histórico sobre la enfermedad y el procedimiento, sin embargo la falta de visión de las autoridades virreinales que sabiendo lo frecuente y devastadora que era la viruela, no tomaron ventajas del documento ni organizaron planes para evitar otra catastrofe. La siguiente epidemia se presentaría tan solo 18 años después, en 1797 y las circunstancias que envolverían a esta serían diferentes, sería la última epidemia antes de los hallazgos publicados por Edward Jenner y de la Expidición del Dr. Francisco Xavier de Balmis, esta última epidemia del siglo XVIII  ya no sería vista por el Dr. Enrique Estaban Morel pues había muerto 2 años antes en una celda de la Inquisición.
El 15 de febrero de 1795, en la celda secreta No. 22 puso fin a sus días el Dr. Enrique Esteban Morel. Estaba preso por ser partidario de la ideología de la Revolución Francesa iniciada 3 años atrás. Según la costumbre del Santo Oficio, la causa contra Morel no se detuvo a consecuencia de su muerte. El domingo 9 de agosto de 1795, a las siete y media de la mañana, dábase inicio a un auto de fe en la Iglesia de Santo Domingo. Había la efigie del infortunado médico “herej formal, deísta, materialista con visos de ateísta y suicida voluntario, reconciliado en estatua por haber dado señales de penitencia en los últimos terminos de su vida”. El auto que debió ser el último de esta clase, duró desde las seis y media de la mañana hasta las seis y media de la tarde.


                                        Escudo del Tribunal de la Santa Inquisición. México.

El tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la Nueva España cesó definitivamente sus funciones el 31 de mayo de 1820 por el decreto de supresión emanado de las Cortes Españolas del trienio liberal. El portenso y exquisito edificio, sería sede de la Escuela de Medicina durante el siglo XIX e inicios del siglo pasado.


Para leer mas:Micheli-Serra Alfonso. Cirujanos y médicos frente a la Inquisición Novohispana. Gac.Med.Mex.Vol.139.No.1.2003
 Rodriguez de Romo Ana Cecilia. Inoculación en la epidemia de viruela de 1797 en México:¿Mito o realidad?. Depto.Hist.Fil.Med.Vol.III1997.
Rosas Alejandro. El fin de la Inquisición. Relatos e historias de México. Num.36.Agosto de 2011.



jueves, 5 de abril de 2012

Fernando Maximiliano de Habsburgo y los Médicos.

Fernando Maximiliano de Habsburgo murió fusilado el 19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas de la ciudad de Querétaro a los treinta y cinco años de edad. Con su muerte terminaba el llamado Segundo Imperio y la lucha que durante décadas habían protagonizado liberales y conservadores en México.
Maximiliano de Habsburgo.



Como ya vimos en las dos entradas pasadas de este blog, el ilustre Dr. Rafael Lucio Nájera atendió en su momento al monarca austriaco y al presidente Benito Juárez por igual, es decir, sin importar su propia ideoloía dignificó la profesión medica al atender a sus pacientes sin importar su credo, estatus o pensamiento político. Más sin embargo el Emperador fue atendido, durante su estancia en nuestro país por cuatro médicos, uno de ellos lo acompaño  hasta el último momento de su vida, nos referimos a su médico personal el Dr. Samuel Basch, médico austriaco de origen judío que había nacido en Praga en 1837, cuando el Imperio Austrohúngaro se extendía por media Europa. Su nombre completo es Samuel Siegfrid Karl Ritter von Basch. Llegó a México el 10 de febrero de 1866, acuartelándose en Puebla en calidad de médico militar de las tropas austríacas. Fue promovido por el Dr. Federico Semeleder para que ocupara el cargo de “médico ordinario del Emperador” a partir del 18 de septiembre de 1866, cargo que ocupó hasta la muerte de este, compartiendo incluso prisión en Queretaro.
Los motivos por los cuales el Dr. Federico Semeleder dejo de atender al monarca en nuestro país, los detalla la Dra. Magdalena Martínez Guzmán, en su magnifico articulo “Cuatro médicos personales del Emperador Maximilano de Habsburgo. 1864-1867”, y del cual hemos tomado información para la realización de esta y las entradas anteriores. Nos informa la Dra. Martínez Guzmán que el Dr. Semeleder ocupaba el sexto lugar en el orden  dentro de la comitiva de Maximiliano. Era su médico personal y de su esposa, Carlota de Bélgica. Y con ellos desembarcó en Veracruz a la llegada de los Emperadores a nuestro país.

El Emperador frecuentemente padecía de fiebres intermitentes, cuadros diarreicos disentiformes y malestar general a pesar de los tratamientos del Dr.  Semeleder, razón por la cual se decidió consultar médicos mexicanos, lo cual suena bastante razonable ya que el Emperador se enfrentaba ahora a comidas muy diferentes a las que estaba acostumbrado a comer, aún cuando su cocinero personal siguiera cocinando sus platillos europeos favoritos. Su secretario personal, Jose Luis Blasio, le llevo al Dr. Rafael Lucio, médico de gran prestigio en esta clase de enfermedades, y quien ya vimos, en la segunda entrada de este blog, lo atendió proporcionando el alivio que el paciente necesitaba. Fué este el motivo por el cual el Dr. Semeleder, presentó respetuosamente su renuncia al monarca.
Dr. Rafael Lucio Nájera.


El Dr. Samuel Basch entró en funciones como médico personal del Emperador dos meses después de la pártida de la Emperatriz Carlota Amelia a Europa en busca de apoyo y ayuda para el Imperio que se desmoronaba, se perdía y caía sin que nada ni nadie pudiera detenerlo. A Francia, el país invasor, el sostener al ejercito tan lejos de su país, le costaba ya una fortuna, solo con el ejército en México se podía sostener el Imperio y en el país los liberales a cuyo frente se encontraba el presidente con facultades extraordinarias Benito Pablo Juárez García, ganaban cada vez más espacio, adeptos y simpatizantes, aún cuando los Emperadores solo habían querido el bien para nuestro país.
El segundo médico mexicano que atendió al Emperador Maximiliano es el Dr. Miguel Francisco Jiménez, quien fué vicepresidente de la Sección Sexta de la Comisión Científica, Artística y Literaria de México, durante la intervención francesa. Su relación con el Emperador fue tanto profesional como administrativa, pues estaba convencido que el gobierno imperial podría traer la paz y dar pie al desarrollo tanto económico como cultural del país. Con el Dr. Samuel Basch tuvo desacuerdos en relación a los tratamientos médicos para el Emperador, aunque su fina presencia y el lustre de su profesión, fueron valorados por el monarca quien lo mantuvo cerca de él.
La vida de los jovenes Emperadores de México llegados de Europa a sido motivo de libros, articulos, peliculas, reseñas, obras de teatro, pero de entre todos y de manera personal creo que el libro del maestro Fernando del Paso, “Noticias del Imperio”, es la mayor investigación documental al respecto. En dicho libro se constata que la Emperatriz viajó a Francia en busca de ayuda y apoyo aun cuando el Emperador Maximiliano quería dimitir y volver a Austria, algo por demás imposible ya que existía un documento firmado antes de salir de Europa donde se asentaba que nunca regresarían a reclamar posesión alguna en aquellas tierras. La Emperatriz viajó a Europa  y con ello sobrevino la locura, si “loca” se volvió cuando subió al barco que la llevó de Veracruz, o durante la travesía o después de su entrevista con Napoleón III, o más tarde con el Papa Pío Nono, es algo que aún hoy esta en discusión y que será motivo de alguna entrada en este blog. Lo cierto es que unas semanas después del arribo de Carlota a Europa, el 18 de octubre de 1866, Maximiliano recibió dos telegramas, uno de Roma y otro de Miramar, su palacio a orillas del Adriático, en los cuales se le comunicaba que Carlota estaba enferma y que se había llamado al Dr. Riedel para que acudiera a Trieste. Maximiliano se encontraba con el Dr. Samuel Basch y le preguntó si había oído hablar del Dr. Riedel. Basch sin saber la causa de la curiosidad de Maximiliano, le dijo que Riedel era el director del manicomio de Viena. Tras estas revelaciones Maximiliano inicia los preparatativos para abdicar.
Dr. Samuel Basch.


Durante su función como médico de cabecera de Maximiliano, el Dr. Samuel Basch, escribió un diario que según se sabe actualmente, el Emperador tenía la intención de usar para redactar la historia de su guerra, cualquiera que fuese el resultado decisivo para su persona y su trono. La mayoría de estos datos se encontraban escritos en alemán y los menos, en español. El 12 de marzo de 1867 las tropas francesas abandonaron el país, ese fue el fin de la Intervenzión, para mayo del mismo año Maximiliano se encontraba sitiado por treinta mil soldados republicanos en la ciudad de Querétaro. Al caer prisioneros el Dr. Samuel Basch recibe la orden imperial de recopilar los documentos y realizar una obra que se titularía inicialmente “Los cien días del Imperio en México”, aunque el título final escogido por Basch fue “Recuerdos de México. Memorias del médico ordinario del Emperador Maximiliano. 1866-1867”.
A Maximiliano se le realizó Consejo de Guerra, y se fijo el 19 de Junio como fecha de su fusilamiento junto con los Generales Mejía y Miramón, el Dr. Basch nos dice que el Emperador escuchó misa a las cinco de la mañana junto con sus generales mexicanos y las seis y cuarto almorzó: carne, café, media botella de vino tinto y pan. Maximiliano le entregó a su médico su anillo nupcial y un escapulario los cuales deberían ser entregados a su madre en Austria una vez que fuera el encargado de llevar el cadáver a Europa, como  fianlmente sucedió. A las seis de la mañana comenzó el ascenso al Cerro de las Campanas, ocho soldados esperaban en doble fila para la descarga que pondría fin a su vida, y la del Segundo Imperio.



Fusilamiento de Maximiliano por Manet.


El Dr. Samuel Basch continua su práctica profesional, iniciando estudios sobre la tensión sanguínea a partir de 1876, fue pionero en el diseño del esfigmomanómetro. Construyó tres modelos que evolucionaron desde un modelo elemental auxiliado con un quimógrafo, uno de tipo aneroide y finalmente el de columna de mercurio en 1881. Este último, será modificado en 1896 por Scipionne Riva Rocci, médico italiano, quien con leves cambios, diseño el modelo que se utiliza actualmente. El Dr. Samuel Basch muere en Viena en 1905.

Para leer mas: Martínez Guzmán Magdalena.Cuatro médicos personales del Emperador Maximiliano de Habsburgo.1864-1867.Bol.Mex.His.Fil.Med.2003,6(1).
Del Paso Fernando. Noticias del Imperio. Segunda Edición Ilustrada. Editorial Diana. 1989.México D.F.